Existe una condición del corazón tan común que, si no se examina, impide el desarrollo de nuestro carácter y esta condición es tan seria que frustrará cada intento de llevar el carácter hacia una dirección correcta. Y es lo que comúnmente llamamos cuando se refiere a ese mal como un corazón endurecido.
Quizá la mejor definición que he escuchado sobre lo que significa tener un corazón endurecido es aquella que dice que un corazón endurecido, “Es cuando nos exponemos mucho tiempo a algo y la poca reacción que tenemos a la verdad”, ya que cuando estamos expuestos mucho tiempo a una verdad en particular y aun así la rechazamos y no la aplicamos estamos desarrollando activamente un corazón endurecido.
Y acá quiero que comprendas que cuando una y otra vez le decimos “NO” a Dios en un área en particular de nuestra vida, estamos desarrollando un corazón endurecido, porque cuando oímos la verdad, oímos la verdad y oímos la verdad, y la seguirnos obviando y obviando, nuestros corazones se endurecen,
Mira, es algo parecido a lo que le ocurre a tus manos cuando vos cortas el pasto o trabajas en tu jardín. Al principio, el rastrillo rozan la piel, y eso duele, ya que hay sensibilidad a las consecuencias de la fricción, pero, al cabo de un rato, la piel empieza a endurecerse y rápidamente te salen callos a tus manos. Eventualmente ya no sientes nada, porque tu piel se vuelve tan gruesa que entumece las terminaciones nerviosas y por eso ya no sentís nada, ya no hay sensibilidad.
Y esto es lo que sucede en nuestros corazones, cuando le decimos “NO” a Dios continuamente, nuestros corazones se pueden endurecer de tal forma que ya no detectamos la voz de Dios. Él todavía está hablando, pero no podemos oírlo. Él todavía está obrando, pero no estamos en una posición para responder. Hemos perdido nuestra sensibilidad espiritual. El endurecimiento del corazón nos trae consecuencias enormes a nuestra mente y salud física, aparte de malas relaciones interpersonales.
El endurecimiento del corazón empieza cuando una persona se ofende o es herido, y como mecanismo de defensa cierra su corazón para no sentir más dolor. Cuando la ofensa es acariciada, el corazón crece en amargura. Si la persona continúa endureciendo su corazón, la rebelión, el resentimiento y la independencia se arraigan en él. Cada vez el ser humano se endurece más, se ahonda más en el abismo, si el endurecimiento del corazón persiste puede llevarlo aún al suicidio. Por eso el endurecimiento del corazón es como más arriba te decía que cuando vos cortas el pasto o trabajas en tu jardín, se te endurecían las manos, así mismo el ser interior lo fortalecemos en recordar y repetir las ofensas en nuestra mente y así generar una callosidad que nos hace impenetrables a Dios, a su palabra y a las personas que nos rodean. La mayoría de los problemas mentales y emocionales pueden rastrearse hasta llegar al momento en que la persona que endureció el corazón fue lastimada.
Un corazón endurecido nunca atrae la bendición de Dios, sino lo opuesto. Cuando nosotros nos endurecemos en contra de alguien o de alguna circunstancia, nos estamos endureciendo en contra de Dios, quien ha sido el que ha permitido que la situación llegue a nuestra vida. Un corazón endurecido le dice en efecto a Dios: “Aléjate de mí, prefiero alimentar y sentir satisfacción en el fango de mis malos sentimientos, pues tengo el derecho de estar ofendido”
Por ello aquel que tiene el corazón endurecido se dice con frecuencia para describir a personas que poseen poca o ninguna sensibilidad en los asuntos de Dios. Permanecer en esta condición nos imposibilita ser tratados por El y, además, no favorece la intimidad en nuestra relación con nuestros semejantes pues produce en nosotros una disposición áspera y hostil.
Deja que Dios a través de su palabra, te haga un electrocardiograma. Si tu corazón está un poco duro, deja atrás tu terquedad y deja que Dios actúe en tu vida y cambie ese corazoncito duro, por uno suavecito y que pueda escuchar la hermosa voz de Dios.
Volve al principio antes de endurecer tu corazón, ¿Recorda lo dispuesto que estabas para hacer cualquier cosa que Dios te pidiera? Había un nivel alto de confianza y certidumbre. Sentías que podías confiar en Dios, así que dabas un paso de fe y esperabas que el interviniera. Dios no ha cambiado. Todavía podes en El, todavía sabe qué es lo que a vos te conviene. Si crees que padeces de un corazón endurecido, solo hay una forma de avanzar tenes que regresar. Debes regresar al tiempo cuando tu corazón era dócil y sensible a Dios.
Pero Dios está al alcance de todos los que quieran reconocer este gran mal y entender que el perdón es una decisión entre el hombre y Dios quien nos otorgará el poder para logar vencer este gigante que se ha apoderado de tantos corazones.
Si prestamos atención a este proceso podremos resistirnos a esta reacción. La persona sabia va a combatir tenazmente este proceso, para ello debemos “Derribar todo motivo y toda la soberbia que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento para que se someta a Dios”. , debemos comprender que la clave de una vida de intimidad con Dios está en una voluntad completamente rendida a él. No podemos darnos el lujo de evaluar si nos gusta o no lo que él nos pide. Debemos optar por la obediencia, la cual, a su vez, producirá en nosotros corazones cada vez más blandos.
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