El pasado 24 de marzo, justo cuando quedaban cuatro meses para que la antorcha olímpica ardiera en Tokio, el Comité Olímpico Internacional decidió posponer un año los Juegos Olímpicos de 2020. Celebrarlos habría generado desigualdad a la hora de competir en idénticas condiciones y, aún peor, un riesgo importante para la salud de los deportistas de élite, que también se encuentran confinados por la crisis mundial del coronavirus.
María del Pilar Martín Escudero, médico especialista en medicina deportiva de la Universidad Complutense de Madrid, explica por qué el confinamiento produce la pérdida de todas las capacidades físicas de los deportistas.
¿Es positivo retrasar un año los Juegos Olímpicos de Tokio?
Era necesario retrasarlos, porque si no habría una descompensación entre países y no todos los deportistas podrían competir en igualdad de condiciones físicas derivadas del confinamiento. Ya sabemos que existen muchos intereses económicos en el desarrollo de unos Juegos Olímpicos, pero la salud de los atletas debe ser lo primordial.
¿Qué supone este parate para un deportista de élite?
En esta época de confinamiento se produce un desentrenamiento de todas las capacidades físicas de los deportistas que provoca pérdida de masa muscular y, por ende, una disminución de la fuerza, de la potencia y del equilibrio. Se pierde también capacidad de resistencia aeróbica, anaeróbica, fuerza, flexibilidad y velocidad. También se pierden capacidades del gesto deportivo.
¿Qué cambios sufre el cuerpo de los deportistas?
Hay estudios que muestran que tras cinco semanas sin entrenar se produce un aumento de la masa grasa, un aumento del perímetro de la cintura, asociado a la disminución del consumo máximo de oxígeno, y la tasa metabólica en reposo desciende. Otra de las consecuencias del confinamiento es una alteración en la estructura ósea por disminución de la densidad ósea y de la mineralización producidas por la reducción del ejercicio y de las horas de exposición al sol. Se produce una alteración y una pérdida de la masa muscular con modificación de la distribución de algunas fibras musculares, la musculatura se acorta y se pierde elasticidad.
Esto produce una merma importante del glucógeno en el músculo y que afecta a los esfuerzos explosivos. Se han constatado disminuciones en el consumo máximo de oxígeno del 21%, aumento de la frecuencia cardiaca y problemas de recuperación de la frecuencia cardíaca tras el esfuerzo.
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