Queridos lectores, gracias por sus colaboraciones. Después de nuestro primer “¿Estoy loco?”, publicado en julio de 2006, nos llovieron cartas en que nos cuentan sus pequeñas rarezas, y hemos constatado que de loco todos tenemos un poco. Algunos albergan temores irracionales; otros, sentimientos de culpa; otros más, un complejo de superioridad. Sufren de ansiedad, insensibilidad, euforia, depresión, ira y amor. Pero, claro, lo mismo nos pasa a todos porque somos humanos, imperfectos y pintorescos a nuestro peculiar estilo, y porque, bien mirado, la “normalidad” no existe.
Aun así, hay que distinguir entre las conductas raras aceptables y aquellas que causan problemas y deben corregirse. Es muy tenue la línea entre lo excéntrico y lo patológico. Consultamos sus casos con eminentes psiquiatras y psicólogos, y he aquí el dictamen de sus distintos grados de locura.
P.¿Por qué me retuerzo el cabello con un dedo siempre que leo, y sólo cuando leo?
Alégrese de no tener tricotilomanía, el hábito malsano de arrancarse mechones de pelo de la cabeza, las cejas y otras partes velludas del cuerpo. Su conducta es una rareza inofensiva y tal vez muy útil: quizá la haya adoptado como un mensaje no verbal, dirigido a quienes te rodean, para decir “¡Déjenme en paz! Estoy leyendo”. Según la psicóloga Marianne LaFrance, de la Universidad Yale, “los hábitos de automanipulación como retorcerse el cabello son mensajes sutiles que enviamos a los demás para que no se acerquen. Si una persona se mira sin cesar las uñas o tamborilea con la punta del pie, nos expresa que no quiere hablar con nosotros”.
P.Tengo 47 años y me encanta el tacto del raso. De chico acariciaba el ribete de raso de la colcha mientras me chupaba el dedo. Ahora llevo siempre un pañuelo de ese material y lo acaricio en el bolsillo. Me calma. ¿Estoy loco?
En absoluto, dice Lori Perman, doctora en psicología y psicoterapeuta de Santa Mónica, California. “La mayoría de la gente nunca supera la necesidad de consuelo, sólo que la satisface con comportamientos más adultos que el de llevar siempre a rastras una mantita de bebé”. Antes bien, si no halláramos la manera de relajarnos y aliviar el estrés cotidiano, enloqueceríamos. Demasiados adultos recurren a consuelos nocivos, como fumar o comer en exceso. Un poco de acariciar raso en privado no afecta a nadie.
P.Cuento todo: los escalones del lugar donde trabajo (23), los paneles del techo (96), las ondas de la cortina (14). En el consultorio del dentista cuento ¡hasta las repeticiones de las flores de papel de la pared! Debo estar tocado.
El hábito de contar puede ser una simple rareza, incluso benéfica, señala Doris Wild Helmering, psicoterapeuta y escritora de Saint Louis, Missouri. “¿Qué mejor manera de distraerse de las maniobras del dentista que contar las flores del consultorio?”, dice. Pero para algunas personas contar se vuel-ve una actividad obsesiva (aritmomanía) incontrolable e incapacitante. Estos contadores sin cuento podrían ser víctimas del trastorno obsesivocompulsivo (TOC), explica el doctor Eugene Beresin, profesor de psiquiatría de la Universidad Harvard.
La verdadera cuestión es si usted controla el conteo o él lo controla a usted. Beresin propone: “Pregúntese qué pasaría si usted dejara de contar. ¿Algo malo? ¿Se pondría ansioso?” Para algunos casos de TOC, el tratamiento más eficaz es una combinación de antidepresivos y psicoterapia con un psiquiatra competente.
P.Si camino en el shopping o manejo mi auto, no soporto ir al ritmo de quienes van a mi lado. Tengo que acelerar para adelantarme o frenar para que me pasen. ¿Es esto irracional?
De ninguna manera. Según el doctor Michael Gitlin, profesor de psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles, “desconozco si ese hábito constituye una conducta psicopatológica. Yo siempre lo he tenido”. LaFrance explica: “Estar al lado de otra persona puede sentirse como un contacto íntimo; cuando se trata de un desconocido, esa intimidad resulta muy incómoda”.
P.Soy una adolescente, ¡y me saca de quicio que los alimentos se toquen entre sí! Pido que me sirvan la carne, las papas y otras verduras en platos separados, y uso distinto tenedor para cada cosa. A mi mamá le molesta esta manía, pero estoy en mi derecho, ¿o no?
En este caso le damos la razón a tu mamá. En opinión casi unánime de los especialistas, harías bien en buscar ayuda. Tu conducta no es normal ni inofensiva porque incomoda a otra persona. Los expertos consultados dieron varias explicaciones posibles de tu comportamiento:
Quizá padezcas anorexia, dice Beresin, especialista en trastornos alimentarios, pues un síntoma común de este mal es la aversión al contacto entre los alimentos. Otra posibilidad es el TOC, y otra más, según el doctor Michael Wymes, psiquiatra del Hospital Kaiser en Vallejo, California, el trastorno de espectro autista (TEA), consistente en tendencias al autismo. Mientras que los enfermos de TOC pueden temer el riesgo de contaminarse por dicho contacto, quienes padecen TEA y tienen la misma fobia no pueden explicarla en términos lógicos. Tales personas pretenden dictar reglas peculiares sobre el mundo que las rodea —como “los alimentos deben estar separados”— y se ponen mal si no lo están.
Sea cual sea la causa de tu conducta, es probable que empeore con la edad y que no se corrija sin tratamiento. ¿Qué vas a hacer cuando un chico te invite a comer afuera: pedir cinco platos y cinco tenedores? Dudamos de que vuelva a invitarte.
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