En 2019, investigadores de la Universidad de Boston reunieron a 13 personas, les colocaron en la cabeza gorras con cables y luego los enviaron a dormir toda la noche a un equipo de resonancia magnética funcional para tomar nota de la actividad eléctrica que emerge de modo natural en la materia gris. Fue como filmar la vida secreta del cerebro, lo cual resultó todo un espectáculo. Los investigadores hallaron que conforme las ondas cerebrales se desaceleran durante el sueño profundo, el volumen de sangre en algunas regiones disminuye, lo cual permite un mayor flujo de líquido cefalorraquídeo en el área. Así, esta sustancia, que en condiciones normales baña el cerebro y amortigua los golpes, avanza y retrocede, como la marea saliente. Tal danza acuática podría incrementar la comunicación en el cerebro durmiente. Y es posible que también arrastre las toxinas —subproductos de un largo día lleno de pensamientos— que, se cree, interfieren con la memoria.
Estos resultados revelan que el sueño emplea mecanismos antes desconocidos para restaurar las diminutas células de la materia gris. Reconocida desde hace mucho tiempo por ojerosos padres primerizos, estudiantes universitarios que se enfiestan hasta el amanecer y especialistas del sueño, la falta de sueño arruina la concentración, inhibe la creatividad, entorpece el proceso de recuperación de recuerdos y prolonga los tiempos de reacción hasta en un 50 por ciento. Los efectos son inmediatos. Durante un estudio llevado a cabo en la Universidad de Florida del Sur, con 130 hombres y mujeres de mediana edad, la falta de tan solo 16 minutos de sueño entre los participantes redujo su concentración al día siguiente. (Los cambios en los patrones de sueño también se han asociado con la aparición de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias; sin embargo, no está del todo claro cuál de los dos fenómenos ocurre primero). En cambio, el descanso nocturno adecuado permitió a un grupo de voluntarios duplicar su capacidad de recordar series de palabras que habían visto el día anterior, de acuerdo con un estudio de 2015 en la Universidad de Exeter, Reino Unido.
El neurocientífico Michael Scullin, director del Sleep Neuroscience & Cognition Laboratory en Baylor University cree con tanto fervor en el valor del sueño nocturno que ofreció regalar puntos a los estudiantes que durmieran ocho horas por noche durante la semana de exámenes. “No me lo esperaba, pero la nota de los alumnos en el final de mi materia subió cuatro puntos. Eso, sin contar la ayuda extra”, informa. “Lo anterior basta para convertir un 90 en 100. ¡Hasta yo me sorprendí con el poder del sueño!”.
Para asegurarse de dormir lo suficiente (ocho horas es el número mágico en casi todos los casos), “intente acostarse y despertar a la misma hora todos los días”, recomienda Scullin. “La exposición a la luz natural por las mañanas y las actividades relajantes por las noches te permitirán preparar su reloj interno”. Y si su pareja le dice que ronca fuerte, acuda a consulta médica. La apnea obstructiva del sueño eleva el riesgo de desarrollar afecciones que amenazan la salud del cerebro, como la hipertensión”.
Le sorprendería la amplia gama de beneficios que obtiene su cerebro cuando duerme lo suficiente. “Cada aspecto de la salud cerebral se relaciona con la calidad y cantidad del sueño”, comenta Scullin. “Incluso descubrimos, durante un estudio reciente, que la gente es menos propensa a perdonar cuando duerme seis horas en lugar de siete y media u ocho. Cuando leo todos los mensajes negativos, agresivos e impulsivos que intercambia la gente, en particular en las redes sociales, me pregunto si la falta de sueño tendrá algo que ver. ¿Acaso seríamos más civilizados y comprensivos como sociedad si durmiéramos lo suficiente?”.
Desafíe a su cerebro de modo inteligente
Existen dos tipos de inteligencia humana: la cumplidora y confiable, conocida como “inteligencia cristalizada”, cuyo desempeño depende de los conocimientos adquiridos, y la creativa o “inteligencia fluida”, un vivaz superpoder que activa el razonamiento abstracto, la memoria de trabajo, la concentración y otros talentos cerebrales para hallar soluciones ingeniosas.
De ahí el revuelo que causaron científicos de la Universidad de Michigan en 2018 al anunciar que la gimnasia cerebral podría potenciar la inteligencia fluida. Desde entonces, la industria de los juegos de destreza mental creció hasta convertirse en un imperio de 1,9 mil millones de dólares, que promete agudizar el pensamiento, fortalecer la memoria y hasta frenar el deterioro causante de la demencia.
Y sin embargo, es posible que la gimnasia cerebral no funcione para todos. Durante un estudio de 2020, neurocientíficos de la Wayne State University determinaron qué tanto había mejorado la inteligencia de 424 personas de entre 18 y 44 años tras exponerse a distintas combinaciones de los siguientes estímulos a lo largo de 16 semanas: gimnasia cerebral, meditación de atención plena y ejercicio aeróbico. Doscientos ochenta y dos participantes se sometieron, además, a estudios de resonancia magnética cerebral. La inteligencia fluida aumentó un poco en la mayoría (74 por ciento) de los participantes y empeoró en el 9 por ciento. Solo el 17 por ciento (incluye participantes de los grupos que hicieron gimnasia cerebral) mejoró significativamente. En ese grupo, el tamaño de las áreas cerebrales vinculadas a la inteligencia fluida —como el hipocampo y la corteza anterior del cíngulo— superó el promedio en algunos casos (aunque en otros pocos, resultó inferior).
Sin una resonancia magnética, ¿cómo sabrá si pertenece al 17 por ciento que podría nutrir su inteligencia con mucha gimnasia cerebral, ejercicio y meditación de atención plena? Tal vez su actitud sea la clave. Si ya disfruta de los juegos de destreza mental, es posible que surtan efecto.
“Es necesario elevar las concentraciones de la placentera sustancia química cerebral conocida como dopamina para estimular el crecimiento de las células cerebrales”, explica el doctor William Shankle, neurocientífico y director médico del Pickup Family Neurosciences Institute de la red de hospitales Hoag en Newport Beach, California. “No haga cosas desagradables solo porque ofrecen la posibilidad de potenciar su desempeño cerebral. Elija algo que realmente le encante. Siga aprendiendo sobre el tema y practicando. Hace falta pasión para obtener resultados. Al paso del tiempo, mantener la mente activa retarda el deterioro de la memoria y el pensamiento. También estimula la formación de una reserva cognitiva que permite al cerebro hallar vías alternas incluso cuando hay signos físicos de enfermedad de Alzheimer y demencia”.
Así que haga cosas que le gusten. Durante un estudio en 1.091 adultos mayores, el esparcimiento con juegos tradicionales, como las cartas, el bingo y el ajedrez, varias veces por semana se asoció a una mayor agudeza de pensamiento, refinamiento de la memoria y un CI 1,4 puntos superior. En un estudio de la Mayo Clinic, las personas que emprendieron proyectos de arte y manualidades (por ejemplo: coser, tallar madera y pintar) y trabajaron en ellos con constancia corrieron un riesgo entre 45 y 73 por ciento menor de presentar leve deterioro cognitivo en un periodo de 4 años.
La concentración también cuenta. “La costumbre de hacer varias cosas a la vez y trasladar la atención de una cosa a otra altera el sistema de formación de recuerdos del hipocampo”, explica Chapman. “Dese permiso de concentrarse en una sola cosa y profundizar en ella. Esto podría producir cambios positivos en la estructura y funcionamiento cerebrales”.
Mantenga la calma
Y, de paso, intente meditar. Esta práctica podría aportar un toque de salud al cerebro al calmar los circuitos del estrés que comunican las áreas asociadas con la memoria y el pensamiento, explica Suzuki.
Durante un estudio de 2013 en la Universidad de California, Santa Bárbara, los estudiantes universitarios que aprendieron a meditar se concentraron más y obtuvieron mayores puntajes en los exámenes de posgrado que quienes no meditaron.
El yoga también estimula la plasticidad cerebral según una revisión de once intervenciones con estudios de neuroimagenología llevada a cabo en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign.
Entre las personas que practicaron hatha yoga, el tamaño del hipocampo, la amígdala (área cerebral implicada en el manejo de las emociones) y la corteza prefrontal (participa en los procesos de planeación y toma de decisiones) tendió a ser mayor.
Es posible que el poder transformador del yoga provenga de la suma de la actividad física y la profunda disminución del estrés.
“Puede sentarse con tranquilidad, respirar y ver los frutos reflejados en su plasticidad cerebral”, dice Suzuki. Empiece con poco. “No es necesario meditar una hora.
Al inicio, hágalo un minuto. Y encuentre un estilo de meditación que disfrute”.
Desafía a su cerebro de modo inteligente
Existen dos tipos de inteligencia humana: la cumplidora y confiable, conocida como “inteligencia cristalizada”, cuyo desempeño depende de los conocimientos adquiridos, y la creativa o “inteligencia fluida”, un vivaz superpoder que activa el razonamiento abstracto, la memoria de trabajo, la concentración y otros talentos cerebrales para hallar soluciones ingeniosas.
De ahí el revuelo que causaron científicos de la Universidad de Michigan en 2018 al anunciar que la gimnasia cerebral podría potenciar la inteligencia fluida. Desde entonces, la industria de los juegos de destreza mental creció hasta convertirse en un imperio de 1,9 mil millones de dólares, que promete agudizar el pensamiento, fortalecer la memoria y hasta frenar el deterioro causante de la demencia.
Y sin embargo, es posible que la gimnasia cerebral no funcione para todos. Durante un estudio de 2020, neurocientíficos de la Wayne State University determinaron qué tanto había mejorado la inteligencia de 424 personas de entre 18 y 44 años tras exponerse a distintas combinaciones de los siguientes estímulos a lo largo de 16 semanas: gimnasia cerebral, meditación de atención plena y ejercicio aeróbico. Doscientos ochenta y dos participantes se sometieron, además, a estudios de resonancia magnética cerebral. La inteligencia fluida aumentó un poco en la mayoría (74 por ciento) de los participantes y empeoró en el 9 por ciento. Solo el 17 por ciento (incluye participantes de los grupos que hicieron gimnasia cerebral) mejoró significativamente. En ese grupo, el tamaño de las áreas cerebrales vinculadas a la inteligencia fluida —como el hipocampo y la corteza anterior del cíngulo— superó el promedio en algunos casos (aunque en otros pocos, resultó inferior).
Sin una resonancia magnética, ¿cómo sabrá si pertenece al 17 por ciento que podría nutrir su inteligencia con mucha gimnasia cerebral, ejercicio y meditación de atención plena? Tal vez su actitud sea la clave. Si ya disfruta de los juegos de destreza mental, es posible que surtan efecto.
“Es necesario elevar las concentraciones de la placentera sustancia química cerebral conocida como dopamina para estimular el crecimiento de las células cerebrales”, explica el doctor William Shankle, neurocientífico y director médico del Pickup Family Neurosciences Institute de la red de hospitales Hoag en Newport Beach, California. “No haga cosas desagradables solo porque ofrecen la posibilidad de potenciar su desempeño cerebral. Elija algo que realmente le encante. Siga aprendiendo sobre el tema y practicando. Hace falta pasión para obtener resultados. Al paso del tiempo, mantener la mente activa retarda el deterioro de la memoria y el pensamiento. También estimula la formación de una reserva cognitiva que permite al cerebro hallar vías alternas incluso cuando hay signos físicos de enfermedad de Alzheimer y demencia”.
Así que haga cosas que le gusten. Durante un estudio en 1.091 adultos mayores, el esparcimiento con juegos tradicionales, como las cartas, el bingo y el ajedrez, varias veces por semana se asoció a una mayor agudeza de pensamiento, refinamiento de la memoria y un CI 1,4 puntos superior. En un estudio de la Mayo Clinic, las personas que emprendieron proyectos de arte y manualidades (por ejemplo: coser, tallar madera y pintar) y trabajaron en ellos con constancia corrieron un riesgo entre 45 y 73 por ciento menor de presentar leve deterioro cognitivo en un periodo de 4 años.
La concentración también cuenta. “La costumbre de hacer varias cosas a la vez y trasladar la atención de una cosa a otra altera el sistema de formación de recuerdos del hipocampo”, explica Chapman. “Dese permiso de concentrarse en una sola cosa y profundizar en ella. Esto podría producir cambios positivos en la estructura y funcionamiento cerebrales”.
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