Los hábitos nos permiten vivir de una manera más placentera e incluso extender los años de vida. Le contamos nuevos hábitos beneficiosos para la salud.
Comer tres o más porciones de productos integrales cada día puede reducir la tasa general de mortalidad en un 20 por ciento, según un estudio de 2016 de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard. Ingiera algo de avena o arroz integral, o anímese y incluya la quinua, la cebada e incluso el farro en su dieta.
Si quiere llegar a los 100, suelte el tenedor, dice Dan Buettner, que estudia los puntos calientes de longevidad en todo el mundo, como Okinawa, en Japón. Buettner descubrió que los habitantes de Okinawa más longevos dejan de comer cuando se sienten llenos al 80 por ciento. Las investigaciones demuestran que el recorte de calorías reduce la presión arterial, el colesterol y la resistencia a la insulina. Y trate de reducir la ingesta de calorías a última hora de la noche. Un estudio de Harvard en 2013 reveló evidencias de la correlación entre comer a última hora de la noche y enfermedades del corazón, específicamente entre aquellos que se levantaban a comer después de irse a la cama.
El café no solo ayuda a despertar; también reduce el riesgo de accidente cerebrovascular y de padecer diabetes y algunos tipos de cáncer. Y, en un estudio publicado en 2015 en la revista Circulation, los investigadores descubrieron que “las personas que bebían de tres a cinco tazas de café de 30 cl al día tenían un riesgo de mortalidad prematura de alrededor de un 15 por ciento menos en comparación con las personas que no bebían café”, afirmó el coautor doctor Walter Willett en declaraciones radiales. Si el café no es lo suyo, el té verde contiene potentes antioxidantes conocidos como catequinas que pueden ayudar a combatir la diabetes y las enfermedades cardíacas.
En un estudio con 73.000 adultos, la mayoría de 50 y tantos años, los vegetarianos mostraron un 12 por ciento menos de probabilidades que los carnívoros de morir por cualquier causa durante el período de estudio de seis años. El estudio de 2016, publicado en JAMA Internal Medicine, reveló que las tasas de mortalidad fueron más bajas en general para los pesco-vegetarianos (aquellos que comen pescado ocasionalmente), seguidos por los veganos (aquellos que no comen productos animales), y los ovo-lacto vegetarianos (aquellos que comen lácteos y huevos).
La vitamina D, un subproducto de la exposición a la luz solar, tiene muchos beneficios para la salud, incluida su relación con la longevidad. Pero no confíe solo en el tiempo que pasa al aire libre para obtener suficiente vitamina D; la tasa de cáncer de piel aumenta a medida que envejecemos, por lo que es importante limitar la exposición. Pregúntele a su médico si podría beneficiarse de una dosis adicional de vitamina D en forma de píldora o gotas.
La investigación científica revela los beneficios de la lectura de periódicos y revistas para la longevidad, pero la lectura de libros es aún mejor. “Leer un libro simplemente una media hora al día aumenta significativamente la supervivencia con respecto a los que no leen”, afirma la autora principal del estudio, Becca R. Levy, profesora de salud pública en Yale.
Los beneficios de una caminata rápida son reales: un estudio de la Universidad de Pittsburgh entre adultos mayores de 65 años reveló que aquellos cuyo ritmo habitual al caminar superaba un metro por segundo vivían más tiempo; vieron tasas de supervivencia más altas en aquellos que aumentaron su ritmo en el transcurso de un año.
Un estudio de investigadores de la Universidad de Ginebra reveló que subir por las escaleras en lugar de tomar el ascensor reducía el 15 por ciento las probabilidades de morir prematuramente. Es más, subir diariamente por la escalera rejuvenece seis meses la “edad de su cerebro”, según investigadores de la Universidad Concordia en Montreal, que realizaron exploraciones de resonancia magnética en 331 personas de 19 a 79 años.
No importa lo que dijeran sus maestros cuando estaba en la escuela; sentirse inquieto es bueno. Un estudio británico de 2016 revela que sentarse siete o más horas al día aumenta el riesgo de muerte en un 30 por ciento. La excepción: los inquietos activos que hacen movimientos pequeños, especialmente con las manos y los pies, quienes no vieron aumentar el riesgo.
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