Escuchar a un quejoso crónico hablando más de lo que debería sobre cualquier cosa puede ser estresante, en especial si uno no puede encontrar la forma de hacer que reduzca su oleada de negatividad. Sin embargo, hay maneras de lograr que una persona rebaje un poco sus quejas sin ofenderlo… para que no empiece a quejarse de uno después.
Por qué se queja la gente
Hasta los más considerados y amables se quejan. Los investigadores estiman que la persona promedio —hombres o mujeres, jóvenes o mayores— expresan su insatisfacción entre 15 y 30 veces al día.
“No se trata de una diferencia cuantitativa, sino cualitativa [entre grupos]”, comenta Robin Kowalski, profesor de psicología en la Universidad Clemson en Carolina del Sur, uno de los primeros investigadores en estudiar la queja.
“Por ejemplo, las personas entre los 70 y 79 años se quejan de cosas diferentes, [pero] no creo que difieran en cuanto a la cantidad de veces que lo hacen, en comparación con alguien entre 30 y 39 años. Solo tienen cosas distintas de las que quejarse”.
No todas las quejas tienen un impacto negativo. Existen quienes se quejan para conseguir resultados porque están cansados de que su pareja llegue a cenar tarde a casa todas las noches. Otros protestan para entablar conversaciones o crear lazos con gente que no conocen bien.
“Si el tiempo es malo y se está hablando con un vecino o uno pasa cerca de alguien en la calle, no estarán en desacuerdo”, dice Dian Killian, formadora en el Centro para la Comunicación Sin Violencia de la ciudad de Nueva York, quien da un curso para ayudar a tratar con los quejosos crónicos. “Es fácil estar de acuerdo en cuanto al clima”.
Pero también se utilizan las quejas para confiar en otros, lo que contribuye a que las relaciones sean más profundas.
“Es como, ‘Guau, esta persona confía en mí y me cuenta esta información’”, según Kowalski. “Algo en ese acto crea un sentimiento de empoderamiento porque esa persona nos está confiando una revelación personal”.
Un hábito crónico
Muchas de las personas que se quejan constantemente no se dan cuenta de que lo hacen, y que esta situación puede convertirse en una condición automática, a pesar de la consternación de quienes los rodean.
“Las razones de la queja crónica difieren bastante de persona a persona”, comenta Ruut Veenhoven, profesor emérito de Condiciones Sociales para la Felicidad Humana en la Universidad Erasmus de Rotterdam, en Holanda. “Para algunos, podría ser una profunda autojustificación. Para otros, una forma de conversación simple y superficial”.
Durante años, Janice Holly Booth soportó las largas quejas de su madre sobre sus dolores y malestares. Sentía que las quejas excesivas de su madre estaban estropeando la calidad de sus conversaciones, así que finalmente dijo lo que pensaba.
“[Le] dije, ‘Mamá, sé que probablemente no te das cuenta, pero los primeros 20 a 30 minutos de cada conversación te los pasas quejándote de cómo estás. Tienes que darte cuenta de que nadie quiere oír eso’”, dijo Booth. “[Cuando] lo negó… yo dije, ‘Entonces vamos a llevar un registro de ahora en adelante’.
“Cuando nos sentábamos a charlar, llevaba un bloc de notas y cada vez que empezaba a lloriquear sobre sus infecciones de orina y su dolor de espalda, me ponía a anotar, se sorprendía y luego dejaba de quejarse. Al final, hizo un verdadero esfuerzo por cambiar”.
Algunas personas, de manera consciente o inconsciente, hacen de la queja una forma de vida, despotricando no solo sobre lo que está mal sino también de lo que podría salir mal. A veces, es una técnica para llamar la atención o una manera de desviar su culpa hacia alguien más.
“Cuando algo va mal, dicen: ‘Como siempre’”, comenta Charles Martin-Krumm, profesor de psicología social en la facultad de Psicólogos Practicantes en París. “Dices que todo saldrá mal, pero de hecho, se trata de una estrategia para evitar aquello que sentirías si realmente fallas”.
Algunos se quejan conscientemente y de manera frecuente, es típico que nunca estén satisfechos con ninguna sugerencia para afrontar los problemas de los que tanto hablan.
“Si eres un quejoso de los que rechazan ayuda, entonces no te puedo ofrecer ninguna solución en la que no hayas pensado antes”, asegura Kowalski. “Mientras tengan atención, incluso negativa, para ellos está bien”.
A menudo, los quejosos crónicos repiten las cosas varias veces, refunfuñando por lo mismo una y otra vez.
“Es un indicativo de que también necesitan ser escuchados”, asegura Killian. “Una especie de falta de sentido común que tenemos los humanos: cuando hay necesidad de ser escuchados, repetimos las cosas varias veces, hablamos más alto o a veces más empáticos. Estas estrategias no siempre tienen éxito, pero parece que nuestra mente está programada para ello o es algo aprendido, al menos en la cultura occidental”.
Problemas de salud y quejas
Los quejosos crónicos pueden ser pesimistas, y algunas investigaciones demuestran que los pesimistas tienden a desarrollar enfermedades crónicas como las coronarias o diabetes. Sin embargo, los efectos en la salud, producto de las quejas crónicas a menudo se ven reflejados de manera importante en aquellos que los escuchan. Es estresante estar sujeto a una oleada de negatividad ya que con el tiempo esto puede afectar al área del cerebro relacionada con la memoria y el aprendizaje.
“El estrés diario puede afectar la función del hipocampo”, asegura el profesor de neurología Robert Sapolsky de la Universidad de Standford, quien estudia los efectos del estrés crónico.
“Seis horas bajo estrés, o ante la exposición a la hormona de la tensión nerviosa, y el hipocampo deja de asimilar la cantidad normal de glucosa u oxígeno Además, de dejar de aprender”.
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